DÍA INTERNACIONAL PARA LA ERRADICACIÓN DE LA POBREZA
La erradicación de la pobreza sigue siendo uno de los grandes retos de nuestro tiempo. A pesar de los compromisos internacionales asumidos en la Agenda 2030, estamos lejos de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 1, poner fin a la pobreza en todas sus formas.
En España, los datos arrojados por el XIV Informe “El Estado de la Pobreza en España” de EAPN-ES dan cuenta de una preocupante realidad. En 2024, el 25,8 % de la población, unos 12,5 millones de personas, se encuentra en riesgo de pobreza y/o exclusión social, y, aunque esta cifra supone una leve mejora respecto al año anterior, aún estamos a 2,8 millones de personas del objetivo comprometido para 2030. El 8,4 % de la población, es decir, unos 4,1 millones de personas, vive en pobreza severa y el 8,3 % de la población (unos 4 millones de personas) vive con carencias graves a nivel material y social. El informe evidencia, así mismo, cómo la vivienda se ha convertido en una fuente estructural de desigualdad, al igual que factores como el empleo han dejado de ejercer su capacidad protectora frente a la pobreza y la exclusión. Estos datos demuestran que la calidad del empleo y el acceso a derechos son tan importantes como la creación de puestos de trabajo y que el desarrollo económico no impacta de igual manera en todos los estratos sociales.
Las cifras confirman también que la pobreza infantil es más intensa que la del resto de la población. El 29,2 % de niños, niñas y adolescentes (unos 2,3 millones) está en pobreza y el 14,1 % vive en pobreza severa. Esta situación no solo vulnera sus derechos, sino que perpetúa un ciclo de pobreza intergeneracional que condena a la infancia a posiciones de desventaja en educación, salud y oportunidades vitales.
Porque la pobreza no es solo una cuestión económica, es la expresión extrema de la desigualdad y una violación de los derechos humanos. Y, si sus causas son estructurales, las soluciones deben serlo también.
El Trabajo Social está en primera línea de atención a las personas que viven en situación de pobreza y exclusión, abordando esta complejidad desde una mirada integral y centrada en las personas. Cada día, profesionales del Trabajo Social acompañamos a personas con rostro, nombre y dignidad, que enfrentan estas barreras. Desde su origen, el Trabajo Social ha estado vinculado a la lucha contra la pobreza y al trabajo por la justicia social. La Federación Internacional de Trabajadores/as Sociales (FITS) establece en su Definición Global del Trabajo Social que nuestra disciplina promueve el cambio social, la cohesión social, el fortalecimiento y la liberación de las personas, fundamentándose en los principios de justicia social, derechos humanos, responsabilidad colectiva y respeto a la diversidad. En este marco, desde el Trabajo Social nos comprometemos activamente no solo a paliar los efectos de la pobreza, sino a combatirla, entendida como una forma de exclusión y vulneración de derechos que requiere respuestas estructurales y transformadoras. La erradicación de la pobreza es el pilar fundamental de nuestra intervención, donde se reafirma nuestra identidad ética y política en Trabajo Social. Subraya la FITS que las trabajadoras sociales debemos actuar en solidaridad con las personas desfavorecidas, cuestionando las condiciones que perpetúan este orden social y promoviendo su inclusión social.
Este posicionamiento internacional se alinea con enfoques como el Paradigma Consciente de la Pobreza (PAP)que conceptualiza la pobreza como una violación de derechos humanos con impacto en las esferas material, social, simbólica y relacional. Desde esta perspectiva, el Trabajo Social no solo atiende necesidades, sino que reconoce y dignifica el esfuerzo cotidiano de las personas por salir de la pobreza, promoviendo su participación activa y empoderamiento. Esta mirada empática y transformadora es esencial para diseñar políticas públicas eficaces.
Pero para que esta labor tenga impacto, es necesario reforzar los sistemas de protección social, consolidar una garantía de rentas que sean suficientes y adecuadas y asegurar el acceso equitativo a educación, salud, vivienda y servicios sociales. La erradicación de la pobreza es el pilar fundamental de nuestra intervención, donde se reafirma nuestra identidad ética y política en Trabajo Social.
La lucha contra la pobreza no puede depender únicamente de compromisos políticos sin respaldo normativo que obligue a su cumplimiento. Es hora de que los principios rectores y las metas sobre la lucha contra la pobreza y en favor del cumplimiento de los derechos humanos se traduzcan de manera efectiva en políticas concretas. Porque, como señala el documento, por primera vez en la historia, las condiciones económicas permiten erradicar la pobreza. No hay excusas. No basta con nombrar, categorizar y medir la pobreza; es imprescindible combatirla con decisiones que la enfrenten desde la raíz con voluntad política, compromiso ético y acción profesional transformadora.